Tasca y cava
Habìa hecho planes varias veces para ir a este restaurante, pero siempre se veìan truncados. Lu, mi amiga desde hace muchísimos años, me preguntò si querìa ir a Tasca y cava. Inmediatamente respondì que sì. Habìa ido antes, su ubicación era otra, y la compañía con la que la que fui aquella vez no era la ideal.
Uno de mis mayores vicios es la comida, para mì es elemental destinar un porcentaje de mi exiguo sueldo a este placer. Sentarme a la mesa con comida deliciosa, con vinos profundos y con gente querida, es uno de las màximas dichas que puedo encontrar en este mundo caótico.
Asì que soñè con el momento de estar frente a los platillos, de tomar la copa de vino y balancearla para que sus aromas se desparramaran por mi nariz.
El lugar es amplio y sobrio, un poco frío. Los platillos empezaron a llegar: recuerdo la belleza de cada uno de ellos, el primor con el que están servidos. la emociòn por degustarlos. El hongo portobello con arúgula, una conjunción fresca que iba de la sorprendente amargura de la arúgula a la suavidad carnal del hongo; la clásica ensalada caprese fue mágicamente transformada por un nuevo ingrediente: germen de soya, así, esta ensalada que es suave, adquirió una ligera dimensión crujiente, el contraste de los sabores y las texturas se complementaron y surgió una ensalada simple, y creo que por ello, deliciosa. La pasta con salmón y espárragos, cremosa, también con ese delicioso crujido del espárrago, con ese sabor a tierra tierna.
Los vinos maridaron perfectamente, con sus sabores a frutos rojos y a tamarindo, con el fuego que encierran y la rotundez que dan a los platillos que acompañan.
Creo que Tasca y cava es un restaurante que emociona y sorprende. Sus platillos estàn construidos con ingenio y devociòn y eso es lo que hace que el comensal goce y se vea sorprendido con el binomio de belleza y sabrosura que los enviste.
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